«El hombre tiene que imitar a Dios tanto trabajando como descansando, dado que Dios mismo ha querido presentarle la propia obra creadora bajo la forma del trabajo y del descanso» (Juan Pablo II)

Algunas consideraciones a propósito del tema...

Jesús también descansó con los suyos

Explicaba Benedicto XVI a los sacerdotes un pasaje del Señor con los apóstoles: "Recordemos una escena de Marcos, capítulo 6, donde los discípulos están «estresados», quieren hacerlo todo, y el Señor les dice: «Venid también vosotros aparte, para descansar un poco» (cf. Mc 6, 31). También esto es trabajo —diría— pastoral: encontrar y tener la humildad, la valentía de descansar. Por lo tanto, pienso que el celo por el Señor, el amor al Señor, nos muestra las prioridades, las opciones; nos ayuda a encontrar el camino."

Aprender a descansar

Somos limitados y débiles. A veces quisiéramos seguir trabajando, estudiando o sirviendo, pero las energías no dan para más. Hay que reconocer que no podemos hacer todo y que necesitamos tiempos y espacios de descanso.

Saber descansar es un arte y hay mucha gente que no lo sabe hacer. Porque no consiste necesariamente en no hacer nada, sino hacer lo que realmente nos hace recobrar nuevas energías, en el cuerpo y en el es­píritu.

Cada quien tiene su forma de descansar, según sus necesidades personales.

Contemplar la naturaleza, convivir con la familia y los amigos, ver un buen programa de televisión o una buena película, ir al teatro, leer el periódico o una novela que sea positiva, conocer otros lugares, hacer deporte o ejercicio físico, practicar un juego de mesa, etc., son otras tantas formas de descansar, de acuerdo a los gustos, necesidades y requerimientos de cada uno. Cambiar de actividad es una buena forma de descansar.

Las parrandas, las fiestas y algunos paseos no siempre descansan, sino que producen el efecto contrario.

Por otra parte, el descanso no es tal si antes no se ha cansado uno, trabajando duramente. Descansar sin haberse cansado es un aburrimiento y una pérdida de tiempo.

Finalmente, el descanso no es un valor absoluto. Muchas veces hay que renunciar a él, porque hay urgencias de amor y servicio al prójimo, que no se pueden posponer. En esos casos, hay que olvidarse de sí mismo y atender a quien nos necesita (cf Mc 6,31-34). Ya nos llegará el descan­so eterno (cf Hebr 4,10-11; Apoc 14,13).

Remedios contra la tristeza

El mayor cansancio es aquel que engendra pesadez en el ánimo, por esto, es necesario poner remedios a la tristeza. Es curioso, como Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo de la Edad Media, aconseja a quienes sufren, entre otras cosas, que no se rompan la cabeza con argumentos, ni leer, ni escribir; antes que nada, propone algo tan sencillo como tomar un baño, dormir y hablar con un amigo.

Tiempo de educar

El tiempo de verano, que está marcado por el descanso laboral y escolar, es un tiempo de estar en familia y, por tanto, de educar. Es fácil caer en la tentación de bajar los brazos por el cansancio de todo un curso; pero los hijos necesitan también ser alentados y corregidos en este tiempo.

Al igual, que otros campos –como la comida, la higiene,...- el tiempo de vacaciones también es momento de educar. Enseñar a los hijos a descansar, a jugar, a sacar algún tiempo de estudio,... constituye parte del arte de educar.