espiritusantoExplicaba el entonces Cardenal Ratzinger en una meditación cómo hace descender fuego el Señor sobre nosotros.

Ratzinger contrapone dos escenas: por un lado, cuando Santiago y Juan piden al Señor que haga descender el fuego sobre Samaria para destruirlos por su dureza; y, por otro, la realidad del envío del Espíritu Santo en Pentecostés, como lenguas de fuego.

Los hijos de Zebedeo, "hijos del Trueno", Santiago y Juan, ante la negativa a hospedar al Señor en Samaria, piden a Jesús que "hiciera descender fuego sobre Samaria y permitiera que se experimentara el juicio sobre la ciudad inhospitalaria y sobre los hombres. Pero, una vez más, la respuesta de Jesús es distinta."

El fuego con el que Jesús quiere renovar la creación es distinto: "el fuego de Pentecostés, la hoguera de su palabra transformadora, en la que reside la fuerza de su misericordia y de su renovación, y que abre a hombres que antes se enfrentaban entre sí de tal modo que, a partir de él, están unidos unos a otros. Su nuevo juego no es destructor."

"El fuego con el que quiso encender el mundo es la fuerza del Espíritu Santo. Éste es el fuego que procede del carro ígneo de la cruz, que se hace patente a los hombres y les da nueva esperanza, nuevo camino, nueva vida."

Se pone de manifiesto que el fuego del Señor es la caridad, esa fuerza transformadora que sana e inflama de vida; es distinto, al fuego de las pasiones y del pecado, que engendra destrucción y muerte.

El fuego de Cristo se manifestó anteriormente con la Pasión del Señor, por eso, sigue explicando el Cardenal Ratzinger: "Hay en Orígenes una sentencia atribuida a Jesús: <>. Quien no quiera ser quemado, debe alejarse de él. En el sí al seguimiento se incluye el valor de dejarse abrasar por el juego de la pasión de Jesucristo, que es también, al mismo tiempo, el fuego salvador del Espíritu Santo. Sólo si tenemos el valor de estar junto a este fuego, si nos dejamos incendiar nosotros mismos, podremos también nosotros encender su fuego en esta tierra, el fuego de la vida, de la esperanza y del amor."

Quiere conectar la fuerza del Espíritu Santo como fuego, con la fuerza de la Pasión para seguir a Jesucristo, por eso, concluye con fuerza: "Éste es el fondo, una y otra vez, el núcleo de la llamada: debemos estar preparados para dejarnos abrasar, para dejarnos incendiar por él, dejarnos transformar en antorchas de aquel cuyo corazón arde por la fuerza de su palabra. Si somos tibios y perezosos, no podremos traer fuego a este mundo, ni aportar ninguna fuerza de transformación."