Carta Del Obispo De Segorbe-Castellón

Queridos diocesanos:

La Eucaristía es el mayor tesoro que el Señor Jesús ha dejado a su Iglesia: en ella Cristo Jesús nos ha dejado el memorial permanente de su entrega total por amor a la humanidad en la Cruz, la actualización del misterio pascual . “Haced esto en conmemoración mía”, dice Jesús en la última Cena Jesús a sus apóstoles, después de haberles dado a comer el pan que es su cuerpo y de beber del cáliz que contiene su sangre que será derramada (cf. 1 Cor 11,23-26 y par.). En cada santa Misa, el mismo Señor se hace especialmente presente: nos habla en la Palabra, actualiza sacramentalmente su sacrificio en la Cruz, se nos ofrece como el pan de la Vida, y nos envía a la misión. La Eucaristía es la fuente y culmen de la Iglesia y de su misión; es el centro de la vida de todo cristiano. Sin Eucaristía no habría Iglesia y sin Iglesia no habría Eucaristía.

Por todo ello, la Iglesia cuida desde siempre la celebración de la Misa con los libros litúrgicos. Porque la Misa no es una celebración o devoción particular, sino la celebración de la Iglesia y de toda la Iglesia, expresión de la fe que se remonta hasta el Señor Jesús. A partir de las Misas vespertinas del próximo I Domingo de Cuaresma, 5 de marzo, será obligatorio el uso de la nueva edición del Misal Romano en lengua española en todas la Misas en castellano en toda España. No se trata de un nuevo Misal sino de una nueva edición del ya existente. Es la traducción oficial en lengua castellana del Missale Romanum, promulgado en 1969 por el Pablo VI, en su tercera edición típica en latín de 2002 y 2008, de Juan Pablo II. Al contener los textos que han de usarse en la celebración de la Eucaristía, el Misal es el libro litúrgico más importante después del Leccionario. Esta nueva edición se debe a la Instrucción Liturgiam Authenticam” (28.03.2001), que exige, en las traducciones nuevas y en la revisión de las existentes, mayor fidelidad literal a los textos originales respecto de las versiones realizadas en los primeros años de la reforma litúrgica después del Concilio Vaticano II.

Esta nueva edición del Misal Romano es una buena ocasión para examinar y mejorar nuestras celebraciones de la Eucaristía. No se trata, simplemente, de sustituir una edición por otra más moderna o actualizada. Todos – sacerdotes y fieles- estamos llamados a recibirlo cordial, consciente y responsablemente; la Iglesia como depositaria y transmisora del “Sacramento de nuestra fe” nos lo ofrece para que cumplamos el mandato del Señor al instituirlo. A esta cordial recepción nos ayudará el estudio y la acogida obediente y humilde del mismo Misal así como también de la Ordenación general, que aparece en el mismo a modo de introducción. Su conocimiento y acogida nos dispondrá para la correcta celebración de la Santa Misa y para instruir a los fieles en una consciente y fructuosa participación en la Eucaristía. No olvidemos que la santa Misa es acción de Cristo y de la Iglesia y fuente de santificación para el sacerdote y para los fieles. No hay que olvidar tampoco que todo libro litúrgico, promulgado por la autoridad competente de la Iglesia, es un testimonio de la lex orandi, la norma de la plegaria, expresión segura de la lex credendi, la norma de la fe, de manera que en ellos se conserva y se transmite el depósito de la fe en forma de plegaria, como testimonio válido y seguro de la tradición eclesial. También el modo de celebrar y de usar los textos puede condicionar la asimilación de la fe por los fieles.

Finalmente quiero referirme a una leve pero importante modificación, en las palabras de la consagración del vino. Ahora en lugar de decir “por todos los hombres” se dirá “por muchos”. Esta modificación pretende una mayor fidelidad a los textos originales del Nuevo Testamento (cf. Mt 26,28 y Mc 14,25) y a la tradición litúrgica de la Iglesia latina, que dice “por multis” (por muchos). La expresión “por todos los hombres” no era realmente una traducción del texto sino una interpretación. Las palabras del Señor hacen referencia también a “vosotros”, es decir, a los presentes, ampliándose después el alcance de la salvación al que aluden las palabras del Señor. El “por vosotros” se proyecta sobre el “muchos” de manera inmediata y, ciertamente, está abierto a “por todos los hombres”. Con otras palabras: Jesús derrama su sangre “por todos”, pero no todos acogerán su sacrificio redentor. Pido a los sacerdotes a que reciban con obediencia esta variación y la expliquen a los fieles mediante una oportuna catequesis.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón